El conocimiento cobra vida cuando se comparte. En este blog reunimos ideas, aprendizajes y procesos que inspiran nuestro trabajo cotidiano. Reflexionamos sobre creatividad, comunicación, saberes y territorios, con el deseo de abrir conversaciones y ampliar miradas. Aquí cultivamos lo que nos mueve y lo compartimos con la ilusión de que pueda también movilizar a otros y otras.
El pasado lunes 28 de julio, el Aula Magna de la Universidad Alberto Hurtado se llenó de conversaciones, memorias y aprendizajes compartidos durante el conversatorio “Las voces de Raíces Indígenas”, una jornada que reunió a las personas mayores protagonistas de la serie documental, al equipo del proyecto Vejez Indígena, a estudiantes, académicos y asistentes de diversas edades y territorios.
Diez palabras que dicen mucho de quiénes somos y cómo comunicamos el conocimiento. En Estudio Ajolote trabajamos con ideas que importan. Nos dedicamos a transformar saberes en relatos visuales, digitales y narrativos que conecten con las personas. Pero a lo largo de este camino, nos hemos dado cuenta de algo: muchas de las palabras que usamos a diario —en reuniones, correos, guiones o presentaciones— no siempre son claras para todo el mundo.
En noviembre de 2021, la Facultad de Odontología de la Universidad de Chile estrenó la versión audiovisual de la obra de títeres Salvadores del Tiempo, una iniciativa pensada para promover la salud oral en comunidades escolares y hospitalarias, a través del lenguaje lúdico y afectivo del teatro de títeres. Con casi 1.800 reproducciones en YouTube desde su estreno, esta pieza sigue conectando con públicos diversos, ampliando el alcance de una iniciativa de fuerte raíz comunitaria.
En Estudio Ajolote creemos que comunicar conocimiento es, también, una forma de transformarlo en bien común. Y cuando ese conocimiento nace desde instituciones públicas, con vocación formativa y territorial, el compromiso se vuelve doble: comunicar con profundidad y hacerlo con responsabilidad.
¿Cómo se comunica un saber que vale la pena? Un hallazgo, una experiencia, una investigación que podría mejorar la vida de otros: ¿se traduce, se simplifica, se difunde? ¿O más bien se cuida como algo vivo, se siembra como una semilla, se ofrece como alimento?
El próximo lunes 28 de julio a las 18:00 hrs. en la Universidad Alberto Hurtado se realizará el conversatorio “Las voces de Raíces Indígenas: proyección de serie audiovisual y diálogo con sus protagonistas”, organizado por el equipo del proyecto Vejez Indígena junto a la académica Dra. Lorena Gallardo Peralta, en colaboración con Estudio Ajolote.
Imagina un aula universitaria donde alguien proyecta una presentación idéntica a la que viste hace diez años: fondo blanco, texto diminuto, imágenes demasiado genéricas que parecen ya vistas. O un sitio web institucional que abre con una foto rígida de fachada y un menú confuso e interminable, con conceptos que suenan interesantes pero son confusos o ambiguos. Todos sabemos que esos formatos no enganchan o simplemente no son adecuados para todas las situaciones, pero seguimos produciéndolos. ¿Por qué?
Vivimos como personajes de una vieja narrativa: la de las dos culturas. En un rincón, la ciencia: un reino de lógica fría, método riguroso y hechos objetivos. En el otro, el arte: el dominio de la emoción pura, la creatividad sin restricciones y la verdad subjetiva. Uno es el mundo de las batas de laboratorio y las ecuaciones; el otro, el de los lienzos y los escenarios.
La ilusión de la neutralidad ha acompañado a la ciencia, al periodismo y a las instituciones durante siglos. Heredamos la idea de que el lenguaje puede ser un espejo transparente, capaz de reflejar la realidad sin distorsiones. Pero la lingüística, la filosofía y la historia de la ciencia han mostrado otra cosa: el lenguaje nunca es neutro, siempre organiza, selecciona, enmarca. Nombrar es en sí mismo interpretar.
¿Puede una cámara transformar la manera en que entendemos la vida? En 1928, Jean Painlevé proyectó El huevo del espinoso en la Academia de Ciencias de París. La película generó muchísimo desconcierto entre el público científico; un científico salió indignado, gritando: “¡El cine no debe tomarse en serio!”. Para muchos, la pantalla era un terreno frívolo, “entretenimiento para ignorantes”. Sin embargo, Painlevé insistió: el cine no era un adorno para la ciencia, sino una forma de conocimiento en sí misma.
Imaginemos la siguiente escena: saliendo del CESFAM, una madre abre un folleto del ministerio de salud sobre alimentación infantil. Las frases están llenas de siglas y tecnicismos: “suplementación obligatoria de micronutrientes con estándares basados en curvas WHO/UNICEF”. Lo lee dos veces y, aun así, no entiende. Mientras tanto, su hija le pregunta si puede repetir el arroz con leche y no sabe bien qué respuesta darle. El contraste es brutal y se podría sintetizar así: el documento está lleno de palabras, pero carece de sentido.
Imagina esta escena: alguien abre un documento PDF con una infografía de cinco paneles. Está limpia, llena de íconos, conectores, colores planos y tipografía corporativa. Habla de un programa social en una comunidad rural, o de un estudio científico sobre salud mental. Pero quien la recibe no entiende del todo. O peor: no siente nada.
Roca fundida e incandescente se esparce a un ritmo constante, es la lava del volcán Krafla en Islandia que acaba de entrar en erupción. Frente a la masa ardiente aparece una figura, es la de Katia Kraft que va envuelta en un traje metalizado y lleva puesto un casco gracioso como de astronauta de ciencia ficción retro.
Publicar artículos, asistir a congresos, presentar avances… Los canales tradicionales de la investigación académica son fundamentales, pero no siempre logran conectar con quienes están fuera del ámbito científico.
Este 19 de abril se inauguró la doceava edición de la Bienal Internacional de Artes de Valparaíso, luego de 30 largos años de pausa. Con la temática “Territorios y ciudadanías críticas”, este evento cultural de importante trayectoria histórica regresa a la ciudad-puerto, buscando reafirmar su posición como capital internacional de las artes.
Es 1972 y The Mike Douglas Show transmite un programa especial: John Lennon se prepara para tocar junto a su ídolo Chuck Berry frente a millones de personas que los miran por televisión. Pero no están solos, los acompañan los músicos de la banda Elephant´s Memory y también está Yoko Ono, que para esa altura ya es la sombra inseparable de John.